Como buena Gastronomochica que
soy, siempre ando con mi antena gastronómica encendida buscando qué aprender. A donde sea que viajo, cualquiera que sea el
motivo, intento conocer algo nuevo respecto a la cultura alimentaria del lugar.
La semana pasada estrené un
estado de Venezuela: Táchira. Aunque tengo mis parientes gochitos, mi conexión con Los Andes venezolanos se reduce a un
viaje de día y medio con motivos funerarios a Mérida y estos últimos tres días de
trabajo en Táchira. Sin embargo, a los dos pude sacarles algo de provecho
gastronómico.
Mi cortísimo viaje a Mérida me
dejó ver por primera vez La Paradura del Niño: Una lindísima tradición cuyos
cantos quedaron en mi corazón y la comidita que ofrecieron quedó en mi alma;
del chocolate caliente con queso quedé enamorada y disfruté mucho los pequeños
vasitos de miche que esa noche me convidaron (en verdad te calientan el cuerpo).
La atención del merideño me encantó, son excelentes anfitriones.
Mi visita a Táchira, no mucho más
extensa que la de Mérida, me dejó conocer a la Pisca Andina y al Caldo de
Papas, además de unos buenos restaurantes en la ciudad de San Cristobal.
Desde que salía de Caracas empecé
a preguntar qué se comía en Táchira, por casualidades del destino, el taxista
que nos llevaba al aeropuerto había nacido en esa ciudad (ni tanta casualidad, porque
la verdad es que ese taxista en especial, lo sabe todo, lo es todo, conoce a
todo el mundo… solo un poco más que todos los otros taxistas del universo –jajajaja-)
la cuestión es que él nos contó que allá se comía un “caldito de papas o pisca
andina” en la mañana, y nos habló de unas morcillitas hechas con el cuello del
pollo.
La verdad es que olvide preguntar
por tales morcillitas, pero lo impelable fue preguntar por los calditos que ya
varios me habían mencionado. Averiguando sobre la diferencia entre la pisca y
el caldo de papas, concluí que la única diferencia es que uno lleva leche y el
otro no.
Sonaba raro desayunar con una
sopa y si ésta llevaba leche sonaba más raro aún, por eso, decidí arriesgarme y
pedir la Pisca “me la da con todo, por favor”, y así me trajeron mi sopita
blanca de la leche, con papitas en cuadritos, galleta triturada, cebollín, y un
huevito cociéndose con lo caliente de mi sopa.
Resulta que el desayuno venía en “combo”, con dos arepitas de maíz con zanahoria rallada perfectamente redondas y delgadas, parece que las hicieron con un cilindro (aunque en todos lados que las comí eran igual de “perfectas”, no sé si serán las manos de las tachirenses que ya están calibradas), también me trajeron un vaso de jugo de naranja natural, muy sabroso, y un café con leche excelentemente presentado. Tal vez era el entusiasmo por la novedad, pero todo lo que me trajeron me pareció fantástico, la mañana estaba fría y hermosa, combinaba perfecto con mi pequeña aventura andina.
Las tardes y las noches estuvieron
lluviosas, pero no nos interfirieron al momento de comer. Lastimosamente no
pude convencer a mis compañeros de trabajo de ir a un lugar con la propia sazón
andina, pero los restaurantes a los que fuimos, estuvieron todos excelentes.
Massimo´s fue el primero, con su comida italiana y su atención y presentación
exquisita. También comimos carne en vara, la cual ya picada, era dispuesta en cazuelas de barro grandes en el medio de la
mesa, y de allí nos servíamos, se mantuvo caliente el chorizo, la carne de res
y de cochino. Conocimos también un buen restaurante de comida japonesa Zen, la
atención fue lenta y los tragos muy buenos (alegre combinación), los platos: 20
puntos. Para celebrar, la última noche, salimos a Solare, un lugar de tragos y
tapas estilo lounge donde apreciamos la movida nocturna de San Cristóbal y
comimos y tomamos cosas muy ricas, nada autóctono pero todo muy muy rico.
No cabe duda de que en Táchira hay buen desarrollo, con todo y las adversidades que políticamente su zona geográfica les acarrea, tiene buena gente, buenos lugares para comer y muchas ideas por materializar.
No me alcanzó el tiempo para pasar por La Andina del pueblo (casa de dulces de la ciudad). Pero en el aeropuerto de Santo Domingo había una tiendita y compré unos dulcitos de guayaba que están buenísimos y servirán de carnada para es@s amig@s que tengo tiempo sin ver. Dentro de una semana vuelvo a Táchira, y llueva, truene o relampaguee, me como algo típico de allá y seguro les cuento de eso y de lo que hoy se me olvidó contar.
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