martes, 28 de octubre de 2014

Descubriendo Táchira I

En esta segunda oportunidad para saborear Táchira pude constatar la gran movida restauradora que tiene San Cristóbal. En Barrio Obrero se encuentran multitud de restaurantes de comida internacional, sushi, carnes, italiana y la mayoría decorados con un muy buen gusto.

Incluso hay varios sitios nocturnos, muy bien pensados, están activos más o menos hasta las tres de la mañana y tenemos desde locales "vallenateros" y sabrosos para bailar... hasta los locales con DJ, donde, las veces que fui, solo vi bailando a unos hipsters.  Los bares están muy bien surtidos. Y me impresioné cuando nuestro anfitrión nos convidó a unas arepas después de las 3:00 a.m. allí reiteré que ese lugar... no es cualquier pueblito.

La verdad es que esa tierra de los gochos tiene lo suyo, no solo por la diferencia que se siente en los establecimientos en cuanto a la atención (es bien conocida la amabilidad del andino). Sino que esta vez San Cristóbal, me enseñó lo bello que puede verse un cielo con aire mas limpio y lo majestuoso de sus montañas. Disfruté hasta de mi viaje al aeropuerto, que queda a un tanto más de una hora de carretera y mucho verde para enamorarse.








Luego luego les cuento más de lo que vi, probé y de lo que me quedó por conocer. Les dejo este hojaldre relleno de guayaba de postrecito...


Shahrazad Canquiz

jueves, 16 de octubre de 2014

Saboreando nuestra identidad.


Cuando pensamos en lo que a los seres humanos nos da una identidad, se nos viene a la mente un documento, un nombre, ciertamente nada que pueda ser comestible.

Si bien es cierto que no podemos entrar a otro país escribiendo en nuestro pasaporte,” yo como arepa con mantequilla”, son los hábitos alimentarios que compartimos como grupo lo que nos diferencia unos de otros, lo que refuerza nuestra nacionalidad.

A medida que vamos creciendo, nuestros padres, hermanos, amigos, nos van inculcando valores de pertenencia al grupo donde nos desenvolvemos, asegurando así el desarrollo de las relaciones con nuestros semejantes, según lo esperado y aceptado en consenso.

Uno de estos valores que son inculcados es el comer, pues éste se diferencia entre naciones, no solamente en los ingredientes, sino en las formas de preparar las comidas, de consumirlas, el momento para hacerlo y los utensilios empleados para ello, lo que paralelamente, va diferenciando a las comunidades y construyendo una identidad común.

La forma como se alimenta un grupo forma parte de su cultura y a su vez constituye parte de su identidad. Es un ciclo que se relaciona y se complementa entre sí y al perder fuerza uno de los elementos, los otros también se afectan más o menos en la misma medida.

En esta modernidad “líquida” como la llamaría Zygmunt Bauman, las tradiciones van y vienen perdiéndose en la marea de lo que es nuevo y rentable. Es por eso que para conservar nuestra identidad, aquella que devoramos día a día, es necesaria la patrimonialización de la cocina regional, es decir, el reconocimiento por sus herederos de la tradición gastronómica como un patrimonio cultural inmaterial, transmitido de generación en generación.

Esto permitiría el re-descubrimiento del hombre con su entorno y su historia, y a la vez, que promovería el respeto por la diversidad cultural y biológica, asegurando la identidad de una región y por ende, de un país.

No se trata de obligar a los venezolanos a comer solo recetas venezolanas, sino de darnos la oportunidad de conocernos. Se debe incentivar, acompañar el rescate de la identidad y la cultura gastronómica regional con actividades económicas, que se conviertan en una oportunidad de empleo y desarrollo endógeno para los habitantes, lo que al mismo tiempo, incrementaría su vida turística. Se trata de demostrarnos a nosotros mismos que lo nuestro vale la pena.

Hemos visto el auge de la cocina venezolana en las escuelas de cocina, numerosos chefs venezolanos que se montaron en el hombro la tarea de rescatar la gastronomía venezolana y todo lo que esta implica: los sabores, las técnicas, la forma y el momento en que se sirven, pero esto no es suficiente.

Las tradiciones deben degustarse en las escuelas y en las familias desde muy temprana edad, permitiéndoles a los niños saborear sus tradiciones culinarias y así desde pequeños, sembrar en el corazón el sabor de nuestro país, el cual germinará a lo largo de sus vidas.






María Mercedes Boada Franco

miércoles, 15 de octubre de 2014

El emprendimiento crece como la espuma

Mucho hemos escuchado decir que de las situaciones críticas surgen grandes ideas, y los emprendedores que han surgido en Venezuela lo demuestran, así es el caso de Carla Zorrilla, una joven que no llega a los treinta años, licenciada en química de la Universidad Central de Venezuela haciendo su doctorado y siempre pendiente de los sismos del mundo.

Ahora bien, hoy nos dedicamos a hablar de ella, no por sus gustos con las rocas, movimientos telúricos ni nada por el estilo, más bien porque nos trae para degustar una cerveza artesanal que podemos disfrutar los caraqueños a partir de hoy.

Carla, es de las que dice que “químico que no tome cerveza no es químico”  siempre estuvo con la echadera de broma de querer hacer su cerveza, pues por su formación conoce los procedimientos, pero no fue hasta que viajó a Chile para seguir con su formación académica que se enteró que existían cervezas “superdistintas a las venezolanas” y nos cuenta que aquí estamos acostumbrado a un solo estilo que es el lager industrializado representados en las diferentes marcas del mercado y que el venezolano no conoce otro estilo de cerveza.

En Chile, había pasado al menos ocho meses probando todas las cervezas que pudo, probando, estilos, variedades, colores y grados alcohólicos distintos, y en una de sus venidas a Venezuela coincidió con una feria de cervezas artesanales en El Hatillo, la motivaron a realizar un curso de elaboración de cerveza artesanal en Chile, compré un poco de materia prima y se regresó a Venezuela.

Ya en Venezuela, con los contactos que había hecho en la feria e El Hatillo, comenzó a hacer su cerveza. Hoy nos presenta dos estilos distintos, la Canaima Sweet Stoutque es una cerveza negra y la Canaima Brown Porter una cerveza marrón.

La idea es, después de todo hay que romper los paradigmas e ingresar la cultura de la cervecería artesanal en Venezuela, empezar a acostumbrar el paladar de la gente, el aroma, el aspecto, las dinámicas en torno a una cerveza artesanal que no es una botella de birra cualquiera son 750ml en la que fácil se sirven cinco vasos, es trasladar la cultura de compartir innata del venezolano alrededor de nuevos sabores, olores, colores, densidades y texturas.

Al fin y al cabo, como dice Carla, “la cerveza sabe distinto de acuerdo a tu estado de ánimo, la cerveza te sirve para celebrar, como para pasar una pena, como para pasar una rabia y tu la vas a sentir distinta, en líneas generales, la cerveza está para drenar un momento”Desde @Gastronomochica le deseamos todo el éxito del mundo a la @CervezaCanaima y los invitamos a su lanzamiento hoy a las 7 de la noche en @javasbar_ve ¡Salud!

martes, 14 de octubre de 2014

Estrenando Táchira

Como buena Gastronomochica que soy, siempre ando con mi antena gastronómica encendida buscando qué aprender.  A donde sea que viajo, cualquiera que sea el motivo, intento conocer algo nuevo respecto a la cultura alimentaria del lugar.

La semana pasada estrené un estado de Venezuela: Táchira. Aunque tengo mis parientes gochitos, mi conexión con Los Andes venezolanos se reduce a un viaje de día y medio con motivos funerarios a Mérida y estos últimos tres días de trabajo en Táchira. Sin embargo, a los dos pude sacarles algo de provecho gastronómico.

Mi cortísimo viaje a Mérida me dejó ver por primera vez La Paradura del Niño: Una lindísima tradición cuyos cantos quedaron en mi corazón y la comidita que ofrecieron quedó en mi alma; del chocolate caliente con queso quedé enamorada y disfruté mucho los pequeños vasitos de miche que esa noche me convidaron (en verdad te calientan el cuerpo). La atención del merideño me encantó, son excelentes anfitriones.

Mi visita a Táchira, no mucho más extensa que la de Mérida, me dejó conocer a la Pisca Andina y al Caldo de Papas, además de unos buenos restaurantes en la ciudad de San Cristobal.
Desde que salía de Caracas empecé a preguntar qué se comía en Táchira, por casualidades del destino, el taxista que nos llevaba al aeropuerto había nacido en esa ciudad (ni tanta casualidad, porque la verdad es que ese taxista en especial, lo sabe todo, lo es todo, conoce a todo el mundo… solo un poco más que todos los otros taxistas del universo –jajajaja-) la cuestión es que él nos contó que allá se comía un “caldito de papas o pisca andina” en la mañana, y nos habló de unas morcillitas hechas con el cuello del pollo.

La verdad es que olvide preguntar por tales morcillitas, pero lo impelable fue preguntar por los calditos que ya varios me habían mencionado. Averiguando sobre la diferencia entre la pisca y el caldo de papas, concluí que la única diferencia es que uno lleva leche y el otro no.
Sonaba raro desayunar con una sopa y si ésta llevaba leche sonaba más raro aún, por eso, decidí arriesgarme y pedir la Pisca “me la da con todo, por favor”, y así me trajeron mi sopita blanca de la leche, con papitas en cuadritos, galleta triturada, cebollín, y un huevito cociéndose con lo caliente de mi sopa.


Resulta que el desayuno venía en “combo”, con dos arepitas de maíz con zanahoria rallada perfectamente redondas y delgadas, parece que las hicieron con un cilindro (aunque en todos lados que las comí eran igual de “perfectas”, no sé si serán las manos de las tachirenses que ya están calibradas), también me trajeron un vaso de jugo de naranja natural, muy sabroso, y un café con leche excelentemente presentado. Tal vez era el entusiasmo por la novedad, pero todo lo que me trajeron me pareció fantástico, la mañana estaba fría y hermosa, combinaba perfecto con mi pequeña aventura andina.

Las tardes y las noches estuvieron lluviosas, pero no nos interfirieron al momento de comer. Lastimosamente no pude convencer a mis compañeros de trabajo de ir a un lugar con la propia sazón andina, pero los restaurantes a los que fuimos, estuvieron todos excelentes. Massimo´s fue el primero, con su comida italiana y su atención y presentación exquisita. También comimos carne en vara, la cual ya picada, era dispuesta  en cazuelas de barro grandes en el medio de la mesa, y de allí nos servíamos, se mantuvo caliente el chorizo, la carne de res y de cochino. Conocimos también un buen restaurante de comida japonesa Zen, la atención fue lenta y los tragos muy buenos (alegre combinación), los platos: 20 puntos. Para celebrar, la última noche, salimos a Solare, un lugar de tragos y tapas estilo lounge donde apreciamos la movida nocturna de San Cristóbal y comimos y tomamos cosas muy ricas, nada autóctono pero todo muy muy rico.



No cabe duda de que en Táchira hay buen desarrollo, con todo y las adversidades que políticamente su zona geográfica les acarrea, tiene buena gente, buenos lugares para comer y muchas ideas por materializar.

No me alcanzó el tiempo para pasar por La Andina del pueblo (casa de dulces de la ciudad). Pero en el aeropuerto de Santo Domingo había una tiendita y compré unos dulcitos de guayaba que están buenísimos y servirán de carnada para es@s amig@s que tengo tiempo sin ver. Dentro de una semana vuelvo a Táchira, y llueva, truene o relampaguee, me como algo típico de allá y seguro les cuento de eso y de lo que hoy se me olvidó contar.


Shahrazad Canquiz






viernes, 10 de octubre de 2014

De las batas blancas de los chicheros.

La chicha es un alimento que proviene de la cultura aborigen latinoamericana. Este producto se ha extendido tan ampliamente dentro de la nación y, sobre todo en Caracas, que existen algunos chicheros famosos, mentados a partir de la esquina en la que se han ubicado para  vender  su  chicha,  como  Benito  El  Músico,  del  Mercado Guaicaipuro; Ya me voy, de la Avenida Panteón; el chichero del reloj de la UCV; General  Electric,  que estaba frente a las puertas del edificio de esta empresa; el de la Funeraria, cerca de la Vallés; el de Doctor Paúl; el de Salvador de León, etc.

Tomar chicha en Caracas lleva su proceso: escoger el tamaño, decidir si lleva leche condensada, canela, lluvia de chocolate, lluvia de maní y ahora hasta lluvia de pepitas de colores. Justo cuando es nuestro turno, nos concentramos en especificar cómo queremos nuestra chicha y con atención seguimos el paso a paso del chichero.

By http://urbanimia.com/wp-content/uploads/2013/02/chicha-de-arroz-770x300.jpg


¿Cuántas personas conocían hasta ahora sobre el origen de la materia prima de la chicha que vemos revolver y revolver a los chicheros en las esquinas de Caracas? y ¿Cuántas personas saben por qué los  chicheros usan bata blanca y un gorrito en forma de barquito de papel?

Todas las respuestas son venezolanismos, y es que en particular, los caraqueños hemos asumido que la chicha es tan nuestra que no importa de dónde viene la mezcla básica y "los negros en bata blanca son chicheros" y no médicos.

Sin embargo, nuestra meta es conocer los detalles detrás de cada comida y de cada acción que ejecutamos cuando comemos; así que te traemos las respuestas a estas preguntas:

- Originalmente, la chicha era preparada  del  maíz masticado por las ancianas de las tribus indígenas. Estas mujeres pasaban horas masticando y fermentando el maiz americano junto a su saliva; escupían el resultado y almacenaban este alimento para ofrecerlo en la hora de la comida. 
Del maíz se pasó al arroz, que también genera una masa que combinada con alimentos dulces genera una bebida apetitosa y que satisface al hambre. Así es que se industrializa la pasta de arroz, cuyo principal centro de producción está ubicado en  San Martín - Caracas.

- El blanco es un color que evoca la pureza, inocencia, higiene y espacio. Que un chichero lleve una bata blanca fue un convenimiento social que demostraba la pulcritud de los alimentos servidos. Sobre el gorrito, no tenemos información, pero si tu la tienes, puedes escribirnos a través de Twitter @gastronomochica y en Instagram, @gastronomochicas (este sí lleva S).


Luany Rodriguez.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Comida para el Corazón

Por alguna razón, el mal de amores nunca es tomado en serio. Sin embargo, una pena amorosa se siente como la cabezada de un muro, quien lo ha vivido sabe que es tremenda y una de las peores dolencias  que se puedan tener. Separarse de tu pareja sólo puede ser vivido como una tragedia griega, sobre todo si piensas que esa persona tiene la pasta de la que uno sabe que están hechas las personas de bien, los de uno, por los que nos montamos al buque Aurora, con el Lord Byron, aquel con el que creíste en la amistad como el invento más bello del hombre, el que te hizo creer en la poesía para desordenarte de la cabeza y en fin, ese que te hizo creer en ti mismo porque sabías que alguien te amaba (parafraseando al maestro Nazoa).


Está demostrado que afecta directamente la salud, bajando las defensas y haciendo que el organismo quede susceptible de contraer enfermedades,  entonces, quienes sufren una pena de amor más que parecer depresivos y desganados, tienden a verse y agotados.
¿Qué comemos para el mal de amores? En las películas es frecuente ver a la protagonista esconderse debajo de la colcha y comerse un pote gigante de helado, o una caja entera de chocolate dejando a un lado el remordimiento de conciencia de la dieta.



Y es que cuando ingerimos azúcar la serotonina aumenta porque el triptófano logra penetrar la barrera hematoencefálica gracias a la mucha insulina que se produce, la serotonina es uno de los “mensajeros alegres” del cerebro que el cuerpo la produce a partir de un aminoácido llamado triptófano, por lo tanto, un “dulcito” en la boca y en seguida te sientes mejor.

Por otro lado, tenemos la receta de la abuela y es que un buen caldito alivia todas las penas, sino me creen repasemos un poco, a uno le dan sopa cuando estamos atravesando momentos difíciles, y hay algo en ella que te hace ofrecerla en situaciones problemáticas, la idea de qué deben comer los convalecientes es similar a la de qué se les da de comer a los bebés: es un alimento nutritivo, pero su digestión no requiere gran esfuerzo; lo cual tiene sentido, la sopa es definitivamente, una forma de hacernos sentir bien y de regresar a lo más básico, es una conexión que hacemos a nivel inconsciente a medida que crecemos, por eso cuando queremos sentirnos bien buscamos lo que nos hubiese dado nuestra madre.


Recetas para tratar el mal de amores hay muchísimas, unas más elaboradas que otras, pero al final uno termina recurriendo a las mismas un caldito bien sabroso para sentirse querido y cuidado y mucho chocolate que nos hace feliz gracias a que ayuda a la glándula pituitaria a producir endorfinas. Al final el tiempo nos ayuda a recuperarnos pero siempre es mejor hacerlo con la barriguita llena.

Nashla Baez

jueves, 2 de octubre de 2014

“Dieta”: el ayuno del siglo XXI


Se conoce como ayuno al acto de abstenerse, por un período de tiempo determinado, de todo tipo de comida y en algunos casos de ingesta de líquidos. Puede realizarse por diversos motivos, entre ellos: los curativos, prácticos, religiosos, o como manifestación pacífica.
El ayuno se conoce como una conducta de restricción alimentaria que se identificaba con la pureza de corazón ante Dios, con la ofrenda y  la penitencia. Éste ha sido parte de las tradiciones humanas desde la prehistoria, se menciona en libros sagrados hinduistas, católicos, judíos, musulmanes, entre otros.
En la edad media y parte del Renacimiento el ayuno era tomado por las mujeres con el fin de estar más cerca de Dios. Más adelante, a finales del siglo XIX, jóvenes burguesas lo tomaban como una negativa a comer, con el fin de alcanzar la perfección espiritual y el ideal de feminidad de la época, sintiéndose más puras, más santas, y así “mejores” que otras (Contreras y Arnaiz: 2005, 316).

Asumimos que este hecho con basamentos espirituales y religiosos hizo peso en el vuelco que dio el significado de la delgadez y la gordura. Ya ser delgado comenzaba a ser asociado con un estatus social superior y tener gordura comienza a ser cada vez más rechazado, sobre todo entre las mujeres.
La medicina ya separada de lo religioso y lo moral desde finales de la edad media, tenía una visión ahora más científica de la relación alimentación – obesidad, ofreciendo así más hipótesis y con ellas algunas directrices a seguir para evitar enfermedades relacionadas. Algunas asociadas a la actividad física y otras a la regulación en cuanto a la ingesta de alimentos y bebidas.

En las sociedades actuales, un gran número de mujeres y cada vez más hombres, practican una forma de ayuno secularizado: las dietas, que al no estar debidamente indicadas, podrían parecer un ayuno más total que parcial. Generalmente las dietas de hoy día se hacen con la finalidad de conseguir el ideal de feminidad o masculinidad, pero ahora más relacionado a lo físico que a lo espiritual.
Si bien es cierto que la expansión de la onda fitness ha logrado concientizar un tanto a las personas en cuanto a las dietas saludables, hablando de bondades de los alimentos y sanas combinaciones. También es una gran compromiso hacer énfasis en recordar que cuando se trata de alimentarse con algún fin (bajar de peso, subir de peso, o en alguna condición especial) no existe nada mejor y nada más responsable que dirigirse a un profesional en el área, quien evaluará su situación holísticamente para determinar los parámetros más eficientes a seguir para el cumplimiento de sus metas (físicas, si es el caso) sin comprometer su salud.



Así, felicitamos a tod@s los dietistas, nutricionistas y nutriólogos en su día. Gracias por ayudarnos en esta parte tan importante de nuestras vidas: la sana y correcta alimentación.

Bibliografía: 
Contreras Jesús, Arnaiz Mabel (2005). Alimentación y cultura: perspectivas antropológicas. Ariel.

Shahrazad Canquiz