Visitar la Ciudad Vaticano en Roma fue una experiencia que
me permitió acercarme a la religión que ha marcado las pautas de mi vida y me
enseño obras de arte inigualables como la capilla Sixtina. Luego de observar
tantas bellezas y de sentir la bendición de este lugar, era necesario acercarme
a los platos que a diario tengo la oportunidad de degustar en mi propia casa.
Un plato con tres tipos de pasta: bolognesa, lasaña y noquis
rellenos fueron mis compañeros del día. Un sabor al que ya estaba familiarizada
pero aún así me sorprendieron. No se si sería el tomate italiano, lo cierto es
que era un sabor más fuerte y menos venezolano, tal vez sin el toque del ajo y
del ají dulce que usan en casa para preparas las carnes de la pasta.
En Roma, me encontré con pizzerías donde venden las
pizzas por kilo, no por pieza como
estamos acostumbrados en Venezuela. Esta idea me pareció genial ya que escoges
distintos tipos de pizza según tu antojo y pagas lo que pese esta combinación,
sin tener que echar todos los ingredientes en una sola pieza, los pruebas por
separado o mezclados.
En la foto hay dos
pizzas, una de pepperoni y otra de jamón serrano, que acompañadas de cerveza,
son geniales para pasar el raro sentados en la plaza, disfrutando del paisaje y
la alegría de los italianos.
Además de la pasta y la pizza, otro ciudadano italiano que
es obligatorio conocer al llegar a esas tierras, es el llamado gelato italiano.
No hay un helado igual. La variedad de sus sabores y la cremosidad con que se
derrite en la boca es una experiencia inigualable. Y si la degustación de esta
creación divina se hace frente a la Fontana Di Trevi en Roma, entonces esta
experiencia se torna en religiosa. De
solo acordarme es una sensación inexplicable
¡Oh Mamma Mía!
Gracias por vivir conmigo los sabores que Roma dejó
impregnados en mi memoria gustativa.
Maria Mercedes Boada