Muchos hemos escuchado esta frase en los labios de madres y abuelas
cuando hablan sobre una pareja enamorada. Probablemente algún joven
desafortunado la habrá escuchado como la respuesta de un padre a una petición
de mano, pues por muy bella que sea la ilusión, la realidad acaba con todo,
como el agua a un castillo de arena.
Durante estos 15 años un grupo de venezolanos, quienes dividen al país
en mitades casi iguales, se han visto obligados a convivir en esta “revolución”
por culpa de esta otra mitad enamorada. Pero poco a poco estamos viendo como
hasta los más afectos al gobierno empiezan a sentir los castillos de arena
deshacerse, que se va revelando la verdad de su querida “revolución”,
están empezando a sentir el hambre en todos los sentidos.
Pueden ponerle el nombre y la justificación de su preferencia: que no es
escasez sino acaparamiento, que los productos se acaban porque la gente compra
más, porque come más, el caso es que los alimentos NO se encuentran. No se
puede hablar de una economía normal cuando para conseguir un producto de cesta
básica como la leche o el aceite se tenga que hacer largas colas, anotarse en
una lista, agarrar un número o recurrir a la estrategia de “hablar con fulano
que te consigue de lo que quieras y en las cantidades que quieras pero tu
sabes, hay que darle algo”. No, esto no es normal.
Las frases de “no me queda de otra sino hacer cola”, “si no
consigo este producto comprare otro o ya veré como me las arreglo” son muestras
de la resignación peligrosa a la cual no debemos conformarnos.
Creo fervientemente que los venezolanos nos merecemos anaqueles llenos y
que yo no voy a un mercado porque “están Dando leche” porque la comida no me la
están regalando, si yo no la pago no me “la dan” y a eso se le llama comprar y
tengo el derecho a hacerlo porque para ello formo parte de una estructura
productiva en la cual cambio mi esfuerzo y mis conocimientos por bienes y
bienestar. ¿por qué me los están negando?. ¿a quién le conviene esto?
Ciertamente no al ciudadano de a pie.
En estos momentos ni la varita de Saúco pudiera ayudarnos para cambiar
la situación del país, mucho menos para saber las acciones a tomar ni el
porvenir, solo sé, que no todos nos acostumbraremos a vivir en escasez, que
esta situación no es sostenible ni para el más fanático, y este amor a la
revolución no podrá aguantar mucho más, porque quiero creer que a la
final mi abuela tendrá la razón y que “amor con hambre no dura”.